domingo, abril 03, 2005

CUENTO: LOS SEIS MAS "NIFICOS"

Bueno, como tampoco es cuestión de pillar una depresión ya que : domingo tarde + peli bélica = yo mañana ni me levanto del catre y que curren los romanos que para eso tienen el pecho de lata. Por ello y para quitarle hierro a la tarde-noche del domingo, nada como echarle un ojo a uno de mis cuentos, procedente de la recopilación CUENTOS MEZQUINIOS o "CUENTOS PARA LOS QUE NO ESTAMOS PARA IDEMS".

Los Seis Más "Níficos"


Algunos reyes, pasan a la historia por sus inigualables tácticas militares. Otros por la prosperidad alcanzada durante su reinado y hay otros, que incluso llegan a pasar a la historia por su crueldad sin par. Pero el rey Eufrasio, sólo destacaba por su tacañería y racanez sin par. Por ello, cuando llegó hasta sus regios oídos, que el malvado mago Campos Fríos, famoso por sus habilidades en el campo de la nigromancia, había levantado un gran ejército de muertos vivientes con la insana intención de atacar su reino, encargó a su consejero, lord Guardiola, para que reclutase un grupo de héroes fornidos, viriles y baratos, para derrotar a Campos Fríos. Lord Guardiola, no se había convertido en principal consejero del rey por ser un avezado estratega o por ser poseedor de un intelecto superior, sino por ser el ser más avaro y ahorrativo de todo el reino. Se decía, que era capaz de hacerse un zumo con unos cuantos cantos rodados y si ha habido en toda la historia del reino alguien remotamente capaz de hacerlo, ese alguien era él. Obviamente, la posibilidad de contratar a los famosos héroes del reino con sus elevados honorarios, ni se le pasó por la cabeza. Y no hablemos, de la posibilidad de proporcionar divisas a alguno extranjero. Su primera parada para reclutar a uno de los héroes, fue el manicomio del reino.
El avaro consejero, supo con una simple ojeada, que aquella mole de músculos que a duras penas podían reducir entre seis fornidos loqueros, una camisa de fuerza (de esas que necesitan bisagras para doblarse) y un numero indeterminado (pero generoso) de cadenas, sería un guerrero más que satisfactorio. Al parecer, aquel sujeto que respondía al apelativo de Jason "el bávaro", se encontraba encerrado por un par de nimiedades como descuartizara un trovador que tocaba demasiado alto y demasiado cerca de donde él dormía y por escabechinar a un afilador que se negó a hacerle descuento por afilar su colección de hachas (trabajo que le llevó casi un mes de arduo trabajo, tras el que pudo descansar eternamente). Y por último, estaba ese asuntillo sin apenas importancia. Una verdadera nimiedad. Pero resultaba que Jason, tenía la extraña manía de matar y descuartizar a las pandillas de adolescentes que acampaban en los alrededores de su casa de campo. Al consejero, no le costó conseguir un permiso de fin de semana y Jason, se mostró encantado ante la posibilidad de poder matar a destajo con total impunidad. Lord Guardiola, jamás olvidaría los gruesos goterones de baba que escaparon de la boca del primer miembro del heroico grupo, al entregarle un hacha de doble filo, de épicas dimensiones. Era un hacha tan grande, que habían tenido que instalarle ruedas para poder trasladarla hasta allí y más bien parecía diseñada para ser utilizada por dos personas. El consejero había oído hablar de las armas a dos manos, pero aquella era la primera que él veía "a cuatro manos", con todo y con eso, Jason "el bávaro", la manejaba como si asuntos tan mundanos como el tamaño y el peso no fuesen con su persona. Aunque aquel ser de más de dos metros de alto por casi uno ochenta de ancho, parecía un saco relleno de músculos y una ira homicida. Para que no hiciese cundir el pánico a su paso con su fría y aterradora mirada homicida, el Lord le cubrió la cara con un yelmo acribillado de agujeros que había sido desechado por el herrero, que a pesar de ser incapaz de proporcionar una protección eficaz, si lograba enmascarar a su propietario. La segunda parada del Lord, fue en la prisión.
Si ha habido alguna vez un tipo de delincuente que el consejero del rey a detestado desde siempre con toda su alma, ese ha sido sin duda el ladrón. Ese malvado ser capaz de hacer peligrar su peculio era más temido por Lord Guardiola que los zombies o incluso los vampiros. Por ello, le pareció una excelente idea enviar a su peor enemigo a una misión suicida en compañía de un loco homicida extremadamente peligroso. Después de todo, aquel era un grupo de héroes de usar y tirar no reutilizable y sólo reciclable como abono para plantas. En cualquier caso, el hombrecillo que se encontraba ante él, cargado de grilletes y cadenas, aceptó el trato de su participación en aquella misión a cambio del indulto. Los ojillos de aquel tipejo sucio y aparentemente insignificante llamado Ralf, indicaban que su inteligencia podía suplir la carencia de Jason en ese tema. A su vez, la amenaza de enviar a la masa de músculos homicida en pos de su persona en caso de deserción, le garantizaban que aunque Ralf, pensaría constantemente en la huida, no se atrevería a intentarlo. Así que junto con el indulto, se le reintegro su equipo delictivo al hombrecillo. Este, estaba compuesto por un generoso número de llaves y ganzúas, una palanca doblada a la que le apodaba (pata de chota) y una especie de herrumbroso y obscenamente sucio cuchillo, que según su Ralf poseía poderosas propiedades mágicas (al parecer un simple tajo de aquel arma, era más peligroso que cualquier veneno conocido). El consejero, se dirigió luego hacia la taberna.
Tirado sobre una mesa y sufriendo de terribles alucinaciones, se encontraba un tipo ataviado con una túnica de mago de color indefinido por sucesivas capas de vómitos, suciedad y dejadez. Lord Guardiola, conocía la historia de aquel hombre. Se trataba del mago Mirlín. Mirlín, había sido un prometedor estudiante de las artes arcanas. Pero finalmente, acabo intoxicado por vapores de mercurio, opio y demás substancias desconocidas. Al parecer, aquel hombre había desarrollado una extraña afición a ciertas substancias como el opio, las hojas de una planta que los magos llamaban coca y a fumar una extraña substancia resinosa que extraía del cáñamo. Nada ilegal por supuesto y si de vez en cuando necesitaba una botella o dos de buen brandi para aclararse la cabeza, no era un asunto grave, pero se encontraba arruinado, con su reputación hundida y con una legión de acreedores tras él. Como supuso el consejero, el mago no rechazó la posibilidad de rehabilitarse, alejarse de sus acreedores y bueno… Lord Guardiola quizás maquilló ligeramente la verdad al decirle al mago que Campos Fríos, marchaba hacia allí con la intención de erradicar el alcohol, el opio y la coca por considerarlos vicios nocivos e inmorales. El mago, al oír aquello, casi pareció serenarse un poco y montó en cólera.
¡Nadie quemará mis campos de cultivo! – gritó el mago con los ojos enrojecidos por las substancias a las que era aficionado más que por la cólera -. ¡Si quiere matar, violar, esclavizar, oprimir y profanar!… pues yo no objeto nada al respecto. Jamás se me ocurriría interferir en las sanas ambiciones de un colega. Pero esta vez, ha pretendido llegar demasiado lejos.
No podemos pagar mucho… - mintió el avaro consejero.
¡No es una cuestión de dinero! – respondió el mago aparentemente ofendido -. Se trata de principios básicos. ¡Nadie se interpondrá entre un hombre y sus substancias!… ¿cuánto podéis pagarme?.
Creí que habíais mencionado que era una cuestión de principios.
Los principios no contendrán a mis acreedores.
Si sobrevivís, os prometo hacerme cargo de todas vuestras deudas.
Trato echo.
En cuanto hubieron zanjado el trato, Lord Guardiola tomó nota de hablar con Jason "el bávaro" para que eliminase a Mirlín a la primera ocasión una vez que la misión hubiese finalizado. Eso, claro esta, en el improbable caso de que el mago sobreviviese a la misma. La siguiente parada del Lord, fue el templo de los monjes Chancleteros.
El consejero real, a menudo había acariciado la idea de retirarse a un convento. La austeridad siempre ejerce una curiosa atracción sobre los avaros y aquel hombre, no era la excepción que confirmaba la regla. Aun y así, de acabar sus días en una orden religiosa, no sería en la de los monjes Chancleteros. Aquellos tipos rapados que sostenían la superioridad de la raza blanca, se levantaban a temprana hora para practicar las artes marciales en toda su amplitud con una violencia y contundencia casi ofensiva. El consejero, reparó en que todos los monigotes que apaleaban ya fuese con unos garrotes a los que llamaban "bates", a patadas o con cadenas, eran de color oscuro y que a menudo repetían extraños mantras como: "toma eso negro cabrón", "pilla por la orilla quillo" o "eso para que vuelvas a tu país". El abad, un tipo bajito rapado y con un pequeño y ridículo (en opinión del consejero) bigotito (opinión que guardó en lo más profundo de su mente junto con el lugar en el que ocultaba sus ahorros) les guió hacia su celda desde la que veían a los hermanos Chancleteros entrenarse en las complejas artes del "ocho contra uno" o desfilando a lo largo del patio. El abad les escucho y no pareció muy dispuesto a ayudar hasta que a Lord Guardiola se le ocurrió comentar que el malvado mago invasor, era un extranjero venido de lejos y que era posible (no seguro pero posible al fin y al cabo), que se hiciese acompañar por un ejército de hombres de raza negra. Al oír aquello, el abad se incorporó dando grandes voces:
¡Got in Himmel!. ¡Las malditas hordas negroides!.
O eso o muertos vivientes, el mensajero era un poco tartaja y no vocalizaba muy bien.
¡No me sorprende después de lo que vio!.
No estoy seguro de sí dijo un ejército de muertos vivientes o de negros y sus sirvientes.
En ese caso organizaré la defensa del templo.
Pero…
No. Nosotros somos el último bastión de la raza superior. Pero no desesperéis. Creo que puedo prescindir de un campeón. Un paladín, un guerrero entre los guerreros. Un tipo puro de corazón… ya que no de mente – y aproximándose al ventanal gritó -: ¡Chancletoni!… ¡sube tu culo aquí ahora mismo maldito pervertido!.
Al poco tiempo, aparecía ante ellos un tipo que bajito pero musculoso, de facciones tan expresivas como una viga de madera (una viga de madera especialmente inexpresiva).
¿Aun tienes dudas sobre la superioridad de la raza blanca? – le interrogó el abad.
Pues la verdad…
Ya veo. ¿Te has desecho ya de aquel indecente libro?. Como se titulaba…
El Katre Sutra.
Ese mismo. ¿Lo destruiste como ordené?.
Lo intenté, pero se me perdió.
Bien. Vas a acompañar a un grupo de héroes que se dirigen a enfrentarse a un poderoso mago y sus hordas negroides. Tengo la esperanza, de que cuando regreses, habrás disipado todas tus dudad y con un poco de suerte, ¡frenemos el tráfico de pornografía en el templo!.
Pero Abad – trató de protestar el aprendiz de monje -, no sé si estoy preparado para triunfar en esta misión. No creo ser digno de tan alto honor y confianza.
No te preocupes – le tranquilizó el superior religioso -, eres totalmente prescindible.
Lord Guardiola, agradeció la aportación de aquel campeón y se dirigió hacia palacio. Antes de partir, había ordenado al capitán de la guardia que le consiguiese un voluntario. Así que se fue a ver quien habría perdido en el sorteo que con toda probabilidad, habían celebrado para elegir al voluntario.
Contra todo pronóstico, no había sido necesario efectuar un sorteo para elegir al voluntario, ya que había surgido uno genuino. Se trataba de un tipejo bajo, barbudo y fornido, que un examen más minucioso, acabó por identificarlo como a un enano. Se trataba de Snoper, uno de los últimos integrantes de la guardia de palacio. Al parecer, el enano, que había bajado de las montañas en busca de fama y fortuna, había ingresado en la guardia real con la esperanza de convertirse rápidamente en un héroe de renombre. Pero ante la falta de oportunidades de su puesto y armado con lo que según él ,era el arma definitiva; había acabado optando por presentarse voluntario para aquella peligrosa misión. El consejero del rey, se intereso levemente por el arma que el enano portaba con orgullo.
Parece una ballesta corriente.
No, nada de eso – le corrigió Snoper -, se trata de una ballesta de precisión – el enano señaló el burdo catalejo que se encontraba fijado mediante dos abrazaderas de tosco aspecto, a la parte superior de la ballesta -, esa mira telescópica, me permite disparar con letal precisión a grandes distancias… el único problema, es que mi pulso no es muy firme y que soy un poco corto de vista – le dijo a la estatua que se encontraba a la izquierda de Lord Guardiola.
Muy interesante.
Y eso no es todo – continuó Snoper dirigiéndose hacia la estatua -. Además he desarrollado flechas especiales.
¿Os refería a flechas envenenadas y explosivas y cosas así?.
¡En absoluto!. Cualquier villano puede envenenar sus virotes y en cuanto a lo de las flechas explosivas. ¡Eso suena a brujería!.
Entonces, ¿qué tienen de especial?.
Que están pintadas de bonitos colores y son totalmente reciclables y biodegradables… por lo de la ecología ya sabe…
Lord Guardiola, decidió que si por un azar aquel personajillo sobrevivía a la misión, le haría colgar por los pulgares de los pies de alguna torre. De alguna torre muy alta.
Lord Guardiola se encontraba satisfecho con aquel plantel de héroes y decidió que ya había reunido a suficientes idiotas. Así que les despidió esperando perderles de vista, cuando Snoper preguntó:
¿Y la chica?.
¿Qué chica? – preguntó el consejero tan sorprendido como irritado.
Veréis señor – contestó el enano dirigiéndose hacia el caballo que se encontraba a la derecha del lord -. Yo he oído muchas historias y leyendas y en todo grupo decente de héroes, hay siempre una chica de buen ver… ya sabéis, una curandera, una adivina… no importa demasiado mientras esté buenorra.
El lord, se fijó entonces en la plaza pública, donde unos inquisidores corruptos, pensaban quemar viva a una presunta bruja que no pudo o quiso pagar el donativo "de protección divina". El consejero se aproximó hacia la pira y vio a una mujer de unos cuarenta años, algo entrada en quilos y fornida como un carretero. Pero recordó que el enano veía menos que una moneda en sus profundos bolsillos así que preguntó al inquisidor Macarroni.
¿De que se la acusa?.
De brujería y malas artes.
El consejero sabía que aquella era la acusación típica contra todo aquel que se opusiese a ellos o se negase a pagarles, cosa que no solía ocurrir con magos, brujas o herejes mínimamente acaudalados. De echo, los inquisidores de la orden del Santo Fetuchini, siempre habían destacado por su tolerancia ante los generosos. Pero lord Guardiola preguntó a aquella matrona:
¿Sabes preparar pócimas curativas?.
La mujer sonrió mostrando una dentadura estragada por una pésima higiene bucal. Y con una voz que hacía pensar en un serrucho (un serrucho oxidado) contestó:
Mis cataplasmas y bebedizos, lo curan todo.
El consejero no lo dudó. Después de todo, la muerte acaba con cualquier dolencia o enfermedad, pero un simple vistazo a Snoper, le bastó para percatarse de que el enano, se había enamorado.
Macarroni, libera a la… a la chica – dijo a falta de un apelativo mejor.
Pero eso "li costará una poca di pasta".
¿Pasta?, creo que dan macarrones para comer en los calabozos de palacio… cuando se acuerdan de dar de comer a los presos claro.
¡Prego!.
Creo que como mínimo, alguien se acuerda una o dos veces por semana.
¡Mamma Mía!. Llévesela gratis si lo prego.
¿Seguro?. ¿Y que ocurre con los cargos de brujería?.
Un lamentable error.
Los inquisidores no tardaron en subsanar su error, cortando las ligaduras de su víctima y desapareciendo como el peculio ante los recaudadores de impuestos. Snoper ayudó a la dama a bajar de la pira y aprovechó para preguntarle:
¿Cuál es vuestro nombre bella doncella?.
Yo soy la señora Maruja Mojo Poco.
La palabra señora, parecía indicar que la señora Mojo, estaba feliz o infelizmente casada.
¿Y donde está su marido?.
Desapareció – respondió la señora Maruja con algo parecido al pesar en su voz -. Un día se fue a comprar raíces de mandioca al pueblo y jamás supe más de él.
Quizás le atacasen unos bandidos y le asesinaran después de robarle y torturarle durante horas – aventuró Snoper. Ya que en otro caso, no me explico que podría mantenerle alejado de una mujer como vos.
¿Lo dices en serio? – la señora de Mojo Poco, sonrió mostrando su desastrada dentadura.
Totalmente. Palabra de enano.
Y así, quedo completado el grupo de héroes, que debería salvar al reino del rey Eufrasio de las terribles hordas del mago Campos Fríos.
Totalmente ajeno a lo que se le venía encima, el mago Ruperto Campos Fríos, encabezaba la marcha de su aterrador ejército, montado en un palanquín tirado por cuatro cadáveres animados. El temible mago, en realidad un hombrecillo de metro cincuenta escaso de estatura, que estudió magia oscura para poder enfrentarse a los matones que le atormentaron durante su niñez. Vestía una sencilla túnica de color oscuro con un par de runas grisáceas que años atrás habían sido plateadas. También llevaba una máscara en la cara con una especie de hocico en la punta, relleno de todo tipo de plantas aromáticas, cuyas fragancias habían sido potenciadas con alcohol. Aquella aterradora máscara, era algo necesario para cualquier general de un ejército de no muertos, que no careciese por completo del sentido del olfato. Los ejércitos de muertos vivientes, son muy baratos de mantener. No hay que preocuparse de motines, insubordinaciones, complots o de proporcionarles alojamiento y sustento. Pero por el contrario, sus tropas carecían por completo de iniciativa, eran bastante antiestéticas y desprendían un hedor tan profundo y nauseabundo que hacían imposible la utilización de todo tipo de animales de tiro. El mago, había desarrollado una máscara desodorante similar a la suya. Pero el hedor dulzón de las fragancias, acababa por desquiciar igualmente a los animales. Por suerte, tampoco necesitaban muchos suministros y él podía ser trasladado por métodos tradicionales. Ya los Césares se hacían trasladar en sus literas y los grandes emperadores de oriente y bueno y ahora él. También pensaba en que haría cuando conquistase el reino del rey Eufrasio. Que se desharía de su apestoso ejército, estaba más allá de toda duda. Los efluvios perfumados de su máscara, le mareaban sólo un poco menos que la fetidez de sus esbirros. Pero aunque para un mago como él, no era difícil reclutar a todo un ejército de zombies, el deshacerse de ellos ya era otro cantar. No nos engañemos, todos sabemos, que los cuerpos humanos putrefactos, no son demasiado reciclables. Y debían encontrarse relativamente cerca de su persona, para poder mantenerlos bajo su control. La posibilidad de una caterva de monstruos, correteando sin control y arrasando todo a su paso, no era una posibilidad aceptable. En aquellos momentos, comprendía por qué otros magos más poderosos, sabios y malvados, se habían abstenido de utilizar aquella técnica. Se trataba de un arma poderosa, pero incómoda y difícil de eliminar cuando deja de ser útil. Una idea le atravesó fugazmente la cabeza. Abrir una cadena de tabernas, en las que el plato estrella, sería un disco de carne picada entre dos panecillos, cuyo sabor podría disimularse añadiéndole todo tipo de complementos como cebolla, pepinillos y salsas. El disco de carne picada, podría llamarse zomburguesa y la cadena de tabernas Rey Ruperto o mejor aun Rey zomburguesa. Y pensando en la maquinaria necesaria como para convertir a un montón de inútiles zombies en jugosas zomburguesas, el futuro rey se sumió en un delirante sueño, fruto de los aromas que llevaba inhalando durante los últimos cinco días.
A lo largo de la historia, ha habido grupos de héroes, aventureros, excursionistas y estúpidos que se juntan para entrar a saco en la cueva de un dragón o ser similar con la esperanza de cubrirse de gloria y sólo logran cubrirse de tierra (en el afortunado caso de que se recuperen los cuerpos). Algunos, mejor avenidos que otros. Pero pocos, sufrieron el riesgo de ser autodestruidos en su primer día de viaje. En el grupo formado bajo el patrocinio de Lord Guardiola, todo empezó cuando el mago Mirlín, bajo los efectos de sus arcanas substancias, retrocedió gritando y llamando gárgola del abismo a la señora de Mojo Poco. El furioso (aunque un tanto cegato) Snoper, disparó su ballesta de precisión contra lo que creyó el mago, hiriendo en un brazo a Jason el Bávaro, que arremetió contra el enano gritando algo así como: "brearghhhhhh-matar-matar-matar". El enano, se salvó merced a una zancadilla de su amada Maruja, que hizo que el demente guerrero aterrizase de cabeza contra una roca (una roca realmente grande dura y llena de cantos malintencionados). Al ver al Bávaro fuera de combate, Ralf aprovechó para escabullirse y lo hubiera logrado, de no haberse dejado vencer por la tentación y trató de robar la bolsa de Mirlín. El mago, acostumbrado a ser robado continuamente mientras se encuentra en ese estado que él suele definir como "trance arcano", hechizó su bolsa con un hechizo anti ladrones y al no dar este el resultado que esperaba, el mago optó por atar a la bolsa un montón de cencerros y llenar su bolsa de agujas con substancias psicotrópicas (ya que esta hacía mucho tiempo que había dejado de contener dinero). Así que el sobresaltado Ralf, se pinchó con tres de las agujas y no tardó en entrar en un estado similar al del mago. Entretanto, Snoper que había logrado encontrar a la señora de Mojo Poco, le dijo con voz apasionada:
Le debo la vida.
No me hables de usted, prenda. Además, después de todo, tú actuaste en defensa de mi honra.
En ese caso y disculpa mi atrevimiento… ¿sería mucho pedir que me recompensaras con un beso?.
La señora Maruja le recompensó con mucho más de lo que esperaba el enano y mientras Jason dormía el sueño de los inocentes y Ralf y Mirlín compartían una experiencia mística, la curandera y el enano hicieron apasionadamente el amor bajo la sombra de una encina o un roble, no estoy muy seguro, pero daba bellotas os lo aseguro y mientras todo eso sucedía, el hermano Chancletoni, de los monjes Chancleteros, convenientemente oculto entre unos arbustos, se dedicaba a la lectura de ciertos libros que no hubiese aprobado su abad, pasando las páginas con la mano izquierda y … digamos que haciendo otras operaciones con la diestra.
Cuando Jason despertó, se encontró con el mago y el ladrón, que se habían hermanado en un extraño rito, consistente en aspirar el humo de un pequeño cilindro enrollado, que habían encendido por un extremo. La cabeza le dolía levemente y se quitó el casco para comprobar su estado, que al parecer era el habitual. La señora de Mojo Poco, se encontraba cocinando en su gran marmita de hierro y Snoper había salido a cazar algo, lo que significaba que con toda probabilidad, cenarían la sopa de la señora Maruja. Chancletoni, se encontraba entrenándose junto a un árbol. Dio un par de patadas, hizo cinco extensiones en el suelo e hizo como que propinaba varios puñetazos al tronco. Después de todo ello, decidió dar su entrenamiento por finalizado y tomando uno de sus libros, partió a hacer sus meditaciones y ejercicios espirituales hacia la soledad y tranquilidad del bosque. Jason se sentó cerca de la marmita y esperó pacientemente. Al cabo de un par de horas, cuando incluso Chancletoni hubo terminado sus meditaciones, regresó el enano con una bota hedionda atravesada por un virote.
Sólo pude cazar un conejo.
Todos miraron aquella bota y al unísono, decidieron no sacarle de su error.
Creo que tomaré sopa – dijo Mirlín.
En ese mismo instante, la señora Maruja, anunció mientras retiraba de la marmita unos sudorosos y ennegrecidos calcetines:
-¡Ya está lista la sopa de queso! – y al ver el trofeo de su adorado enano, anunció -. Y veo que mañana tampoco nos quedaremos con las ganas.
No me molestaré en relatar los días que transcurrieron hasta que los héroes llegaron hasta las inmediaciones del ejército del mago Campos Fríos. Baste con decir, que Snoper continuó cazando y la señora Maruja cocinando brebajes en su temible caldero. Jason se fue desquiciando más y más. Pero por suerte, logró desahogarse un poco al topar con una avanzadilla de su enemigo (esa noche hubo sopa de picadillo). Ralf se convirtió en discípulo del mago Mirlín con el que se aficionó a todo tipo de substancias de efectos más o menos esotéricos y Chancletoni… bueno, debió de entrenarse mucho ya que adelgazó casi cinco quilos. Pero después de todas esas penalidades, llegó el momento de trazar un plan y atacar. Snoper propuso asesinarle limpiamente desde lejos con su ballesta, la señora Maruja, se ofreció a echarle el "mal de ojo", Ralf estaba demasiado… en un estado muy… místico por decir algo, como para proponer nada. Mirlín, se ofreció a lanzar varias bolas de fuego e invocar a fuerzas de la naturaleza, tales como terremotos, inundaciones o heladas. Pero nadie le tomo demasiado en serio y él alegó que tenían razón, que semejante despliegue de medios, podría arruinar las cosechas de los campesinos del reino. Chancletoni, se subió a una montañita e hizo unas cuantas poses cuando hubo una puesta de sol lo bastante satisfactoria. Finalmente, Jason decidido a aprovechar al máximo su permiso del loquero, empuñó su descomunal hacha y cargo directamente contra el grueso del ejército. Sin duda, hubiese realizado una masacre digna de pasar a la historia, pero Snoper, que ya estaba decidido a convertirse en un héroe, empuñó su arma de precisión y disparó contra lo que él creía, se trataba el mago Campos Fríos a caballo. El virote, alcanzó a Jason entre las vértebras y este se derrumbó muerto como una gran torre caída. Al verlo, a Mirlín y a su discípulo se les pasaron en el acto los efectos de las substancias ingeridas. Chancletoni agarró al vociferante enano por el cuello y zarandeándolo como un muñeco le gritó:
-¡¿Pero te das cuenta de lo que acabas de hacer?!. ¡Has matado a Jason!.
La señora de Mojo Poco, empuñó una sartén de temible aspecto y respondió amenazante.
Sí y si no sueltas a mi chico, tú serás el siguiente.
Decir que aquella sartén estaba sucia, sería como decir que un dragón era un lagarto grande. Una sola mirada a aquel temible artefacto le hizo soltar a Snoper a la par que decía:
Bueno, después de todo, nunca me cayó demasiado bien.
Sí – le apoyó Ralf -, era un violento indeseable.
Y con ese casco ponía los pelos de punta – se adhirió Mirlín.
- Yo… creí que era el mago – declaró el aturdido enano.
- ¡¿Cómo?!- rugió Mirlín.
Quiero decir Campos Fríos – aclaró el enano.
Bueno – dijo conciliadora la señora Maruja -, entonces todos estamos de acuerdo en que todo ha sido un lamentable accidente.
Todos asintieron al unísono.
- Y en que de todos modos – continuó la señora de Mojo Poco -, no ha sido una gran pérdida.
Sí, era un demente.
Y un hortera, con ese casco.
Y apestaba.
Le odiaba.
En ese momento, dos metros veinte de carne y músculo empuñando un hacha de grandes dimensiones, se levantó del lugar donde había caído. Agarró la saeta que se encontraba firmemente hundida en un punto en teoría letal y con un brutal tirón se la arrancó. Un silenció sepulcral se hizo en el acto. Incluso las muertas hordas del mago Campos Fríos (que al tener tanta iniciativa como un zapato, no habían reaccionado) parecieron silenciarse (aunque de echo nunca habían sido demasiado habladores). Jason miró primero hacia los despojos andantes con una mirada asesina dentro de su casco.
Es el mejor – se apresuró a cambiar de bando Ralf.
Siempre le he admirado como guerrero – dijo Chancletoni.
Y en realidad cuando dije que apestaba, quise decir que… - empezó Mirlín, pero se quedó sin palabras al ver que Jason se volvía hacia ellos.
El Bávaro, recorrió con la mirada a todos y cada uno de los integrantes de aquel polifacético grupo. Su cerebro, parecía estar realizando complicados cálculos y estudiando los pros y los contras de una importantísima decisión. Finalmente, pareció decidirse y agarrando su arma, cargo contra sus ex compañeros gritando:
¡Aurgghhh! – o algo por el estilo.
Obviamente, el grupo no se quedó de brazos cruzados. Chancletoni le hizo una zancadilla al enano y echo a correr gritando:
¡Huyamos mientras descuartiza al enano!.
Aquel podría haber sido el final de Snoper. Pero Una sartén voló por los aires e impactó con fuerza demoledora contra el casco de Jason. El que haya tenido el privilegio de escuchar el estruendo producido por las campanas de una catedral, podrá hacerse una idea del sonido producido por aquella colisión. Aun y así, el impacto no fue suficiente como para tumbar a aquel ser. Jason se tambaleó, giró y siguió avanzando, pero esta vez en dirección a las hordas del mago Campos Fríos. Mientras los miembros putrefactos volaban y los cadáveres animados esperaban las indicaciones de su amo, este se encontraba inconsciente por una grave intoxicación producida por las esencias de los perfúmenes de su máscara. Así, por el espacio de varias horas, Jason descargó su ira asesina contra aquellos pasivos enemigos que ni siquiera parpadeaban ante el desmembramiento de su vecino y que parecían aguardar pacientemente su turno para caer ante su hacha. Quizás la operación hubiese sido mucho más satisfactoria si los zombies gritasen y ofreciesen un mínimo de resistencia, pero la cantidad compensó la falta de calidad (por decirlo de alguna forma) y al terminar con aquella carnicería, Jason se quitó el casco totalmente cubierto de sudor y dijo con una voz ligeramente aflautada:
¡Buf!, que bien se encuentra uno después de desahogar sus frustraciones y descargar el estrés acumulado. ¡Oh!, ¡me he curado! – y arrojando su hacha al suelo añadió -, desde ahora, prometo no volver a matar y mutilar.
Snoper, guiado por la señora de Mojo Poco, se abrió paso entre aquel mar de sangre y miembros putrefactos hasta el carruaje en el que se encontraba su caído enemigo. La señora Maruja, le arrebató aquella mascara maloliente y dándole a beber el contenido de una redoma (cuya receta, podéis estar seguros de que no os gustaría conocer), que surtió su efecto de forma tan rápida como espectacular. El mago tosió se despertó y vomitó. Apenas se sorprendió de su derrota. Pero no lo lamentó demasiado. Ya que había tenido mucho tiempo para arrepentirse de su decisión y la posibilidad de poder volver a respirar aire fresco, era mucho más que un consuelo, aunque su capacidad olfativa quedaría seriamente afectada para toda la vida.
Muy bien granuja – dijo Snoper -, ha llegado la hora de que pagues por tus crímenes ante el rey.
Ruperto Campos, observo al enano y a la… mujer que se encontraban ante él. Al parecer, albergaban la intención de entregarle a la justicia del rey Eufrasio. Ruperto recordó que el punto débil de cualquier enano, era la avaricia (y no sólo de los enanos).
Si me entregáis al rey, ¿qué provecho sacareis vosotros de entregarme al rey Eufrasio?.
Nos convertiremos en héroes – respondió Snoper al instante.
¿Y de que te servirá eso?. La popularidad es efímera. Tus hazañas serán tergiversadas por los juglares, ya que la verdad, no sonaría muy heroica. Durante un par de años como mucho, serás famoso. Te invitarán a unas cuantas cenas, en las que relatarás una y otra vez la misma historia, historia que tendrás que inventar para impresionar a tu concurrencia. Pero llegará el momento en que tendrás que realizar otra hazaña o quedar relegado al olvido.
Snoper meditó durante unos instantes aquella posibilidad y al final preguntó:
¿Y que me propones?.
Un gran negocio amigos míos, un gran negocio.
Finalmente, el reino se salvó. Ninguno de los seis héroes volvió, por lo que según las canciones de los juglares, todos ellos murieron heroicamente en la gran batalla que sin duda acaeció. Aunque nadie encontró jamás los restos de la gran batalla. Algunos juglares, afirman que el mago Mirlín, invocó un hechizó final aun a costa de su vida, que provocó una gran explosión de fuego, luz y energía, que arrasó todo el área. El mago Mirlín, siempre viviría en la memoria de todo estudiante de magia y en la de sus acreedores. Al igual, que Chancletoni, pasó a ser reverenciado en el templo de los monjes chancleteros, como un ejemplo a seguir. Nadie se acordó jamás del nombre de Ralf, Snoper o Mojo Poco. Tampoco nadie recordó a Jason. Simplemente, no tenían a nadie que les recordase o echase de menos. Pero así de ingrata es la memoria de la gente.
Mientras, se ponía de moda una cadena de locales de origen extranjero conocidos como Zomburguesa King. Un matrimonio compuesto por un enano y una dama de escasos atractivos, se encargaba de regentar el más grande de ellos amasando una gran fortuna. Se decía también, que la receta, de aquellos deliciosos discos de carne, era un secreto de aquella señora, y que tenían un gran almacén de carne en algún lugar cercano, donde un mago y un enorme carnicero, se encargaban de procesar el material y de que la carne no se pudriese (al menos no demasiado).
Algún tiempo después, en un reino muy, muy lejano. Tres hombres que habían adoptado una nueva identidad y comenzado una nueva vida, se dedicaban a cultivar unas enormes extensiones con plantas exóticas. Mientras dos de ellos expelían humo procedente de unos enormes cilindros encendidos, el tercero que parecía muy interesado en los dibujos de un extraño libro les preguntó:
¿Creéis que nos encontrará?.
Imposible – respondió el mayor de ellos -. Huimos durante meses y en este reino nadie nos conoce.
Sí – estuvo de acuerdo su compañero, un tipo de aspecto sucio e insignificante -. Esta es la ocasión de empezar una nueva vida desde cero.
Y allí en un reino conocido como Medillín, en el reino de Culonvia, estos tres hombres, se dedicaron a fumar, plantar y … a otros menesteres.