Esos viajes en Renfe tan interesantes
Que sería de la vida sin esas emociones cotidianas. Una de las mas recurrentes, es mi tren de las nueve y pico con destino Barcelona.
Al principio, el tren estaba lleno pero no había demasiados sujetos a priori pintorescos. Eché de menos a la quiceañera borracha y racista (aunque últimamente procuro meterme en otro vagon para esquibar sus vomitonas y discusiones con cualquier joven inmigrante que se le ponga a tiro). Pero a la altura de Sabadell Sud, entró ese variopinto grupo de jovenes en la flor de la vida, que cada domingo dan un poco de colorido y emoción al viaje. En esta ocasión irrumpió en el vagón un grupo de mineros, (unos sujetos que no se cansan de repetir intimidatoriamente: "mucho cuidao que soy de la mina", pero al preguntarle a uno de ellos que metal es el que extraian, su respuesta fue algo así como "mira este va de listo". Ese echo y su escasa pinta de currantes, me hace dudar de que trabajen como enanos.
En fin allí estábamos todos en medio de aquel jolgorio, cuando un par de jovencitas, comenzaron a pelearse a grandes gritos acusándose de practicar uno de los oficios mas viejos y menos reconocidos del mundo.
Obviamente, esta sociedad ávida de programas que explotan la telecarnaza (Gran Hermano, La Granja de lo Casposos, La Selva de los pijos...) no podían perderselo y se apiñaron cual jauría de buitres a su alrrededor dispuestos a pillar lugar preferente en la función.
Sin duda podría haberse armado un buen espéctaculo de no ser por la irrupción del : "Comando Armario", ese aguerrido grupo de entre 4 - 6 miembros del cuerpo de seguridad de renfe, que cual jueces del mítico cómic "Juez Dredd", imparten paz y justicia. Tras ver su entrada, me rio de Clint Eastwood caracterizado de Sheriff entrando en un bar, de Walker Texas Ranger y que carajo, hasta de los mismos "Cascos Azules", eso si fue una entrada. La paz y el "buen rollito" volvieron al vagon y solo las dos muchachas seguian enzarzadas en una pelea con algún empujón eventual. En la siguiente parada se apeó una de ellas, siendo despedida por los gritos y amenazas de la jóven que quedó abordo y que se puso como una fiera ante la ligera reprensión del más dialogante de los miembros del Comando. Cuando casi no pude resistir la risa, fue cuando esa jovencita que debía pesar 50 quilos mojada, amenazó con "comerse" a aquel tipo de 100 quilos. Sin duda, esos son los efectos de ver demasiadas veces la saga Matrix.
Lo mejor de todo, es que gracias a esa diversión gratuita, los mineros perdieron todo interés por mi persona y pude seguir leyendo con total tranquilidad hasta la estación de Sants.
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